Lo malo de vivir es que inevitablemente y cada vez con más espantosa frecuencia, con el gran espacio que hay en algunos lugares, se te pegan muy cerca dos tarados. Y te sientes molesto. Es embarazoso, como cuando el tonto del pueblo no deja de seguirte.
Y con toda probabilidad, son de esos viejos que van balbuceando que hoy día no hay educación (quieren decir urbanidad; pero el vocabulario no es lo suyo, al igual que el desarrollo cerebral).
No les dejéis los asientos en el transporte público, que se jodan y vayan de pie.
Pues sí, ya hay que tener mala suerte para que un coche de mierda con un par de carcamales subnormales se te acerque asquerosamente a menos de medio metro, justo donde estás sentado. Porque además, el viejarro ha necesitado sus minutos para decidirse a meter el coche ahí, lo que tarda su cerebro en procesar la orden.
Y los cerditos perezosos, no bajan sus vejestorios culos del coche, cosa que es de agradecer porque seguro que llevan la ropa interior por fuera. Tienen el cerebro podrido.
No es extraño que al sentir su apestosa proximidad, uno piense con naturalidad y una sonrisa cordial, en abrir la puerta de su mierda coche, arrancarlos de sus asientos y también los pulmones (viejos pulmones) a puñetazos. Y luego, meterles el coche en el culo.
No saben lo muy cerca que están de comerse hoy un buen plato de neumáticos sin dientes, y sus "buenos días" condimentarlos con excrementos para que traguen bien.
De cualquier forma, es buena la violencia cuando rompe una paz monótona y soñar no puede hacer daño; pero que no se fíen.
A veces pienso que tengo un maldito imán para que se me peguen los retrasados mentales.
No se puede ser hermoso, fuerte, inteligente y al tiempo, afortunado. Es pura praxis existencial.
Pinches putos viejos…
Yo soy viejo; pero mi cerebro funciona con tanta rapidez como mis eyaculaciones. Y sin salpicar a nadie.
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