–Padre Justino, confieso que he tenido pensamientos impuros con la hija de mi amigo.
– ¿Pero tútalasfollao?
–No, padre Justino.
– ¿Entonces qué haces aquí, pringao? Lárgate y no vuelvas hasta que te la folles. Idiota…
De curas no hay muchos así; pero de los pensadores impuros sin cojones… Los venden por lotes en las procesiones de semana santa.
Y muy mortificados, ellos. Con asaz sentimiento.
Igual se creen que son un portento de imaginación.
La vida no enseña, solo exhibe lo que ya sabes o deberías; que ya eres mayorcito.
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