Siempre se repite el mismo patrón, por lejos que estén los lugares unos de otros o por mucho que pase el tiempo.
Cuando gana la izquierda, el votante de derechas (comúnmente conocido como facha por los de izquierdas) exclama cabreado: “¡Mierda, hay que joderse!”. Como bueyes cabreados.
Cuando gana la derecha, el votante de izquierdas (comúnmente conocido como comunista y/o progre por los de derechas) exclama con gran desánimo y teatralidad: “¡Moriremos todos! ¿Cómo ha podido pasar algo así?”. Como pajaritos mojados…
Este estereotipo se repite en el espacio-tiempo de forma matemática, sean blancos, negros o amalillos.
Es lo único que me divierte de las elecciones, las jetas de los votantes perdedores.
Y lo mejor de todo, es que se lo creen, que han ganado los votos de unos.
Son completamente ajenos (no sé si por una cultivada ingenuidad) a la corrupción, como si no existiera.
Y luego ya, cuando los de derechas hacen pactos con la izquierda para conseguir un ministerio; las caras de los que votaron a la derecha no tienen precio: llaman a sus votados políticos de derechas hijos de puta, sin cuota alguna de decoro de género sean hembras o machos. Y los de izquierdas son comprensivos y tolerantes buscando razones en voz baja para la hijoputería.
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