sábado, 7 de noviembre de 2020

Las perturbadoras maritetas


En un mural sobre hormigón hay estas cosas que me han hecho pensar seriamente sobre la decencia de la infantil inocencia.

Primero pensé que eran mariposas tetonas, luego pensé que bien podrían ser tetas voladoras.

Luego pensé que si volaran de verdad, las acogería en mi regazo, bien calentitas en mis hirvientes y lácteos testículos.

Luego en lamer esos preciosos y apetecibles pezones rosados.

Y me sobrevino una vergonzosa erección al imaginar sus erráticos y absolutamente voluptuosos movimientos al volar. Como mujer maciza corriendo por el parque; pero con más psicodelia.

Obsérvese que por lo emborronados que están los pezones, algunos ya se han arrodillado para mamarlos. Mi intuición para las cosas del follar y las depravaciones sexuales y reproductoras es de una precisión de cuatrocientos mil putos millones de tetapixeles, tetra… tetrapixeles

Me alegra no llegar a ese grado de degradación humana mamadora; mi erección así, es simple pecado venial; perfectamente perdonable e incluso aconsejable.

No he fotografiado en modo macro, no solo por el asunto del contexto y  la perspectiva general; es que me da grima acercarme demasiado a la pared, seguro que hay la suficiente sustancia orgánica para provocar cientos de embarazos, gonorreas y sífilis. Amén del santo coronavirus, claro.

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