lunes, 16 de noviembre de 2020

Las noches muertas


Son noches muertas las que dictan los tiranos, estafadores electos que las decretan oscuras y con una libertad podrida. Dictadores que han sido elevados a rango de presidentes o ministros por una turba de cobardes e ignorantes votantes.

La enfermedad no es un coronavirus, la enfermedad es la dictadura y la destrucción de la libertad más básica, que apenas existe ya.

Gracias al coronavirus y el terror el gobierno ha instaurado su absolutismo sin violencia sangrienta; pero dejando morir a miles de personas (no sé qué grado de homicidio será, tal vez sea simple genocidio) con los aplausos de una sociedad degenerada y su miedo enfermizo e inmovilizador.

Todo lo que es mayoría es mediocridad e indignidad. Ahí radica el secreto de que la mezquindad, la envidia y la cobardía se hayan convertido en un gen más en el ADN humano.

Han follado tanto en una orgía endogámica, que han clonado en sí mismos todas las miserias.

Los caudillos han resucitado las noches más negras, las noches prisión en las que patrullan como animales venenosos los asesinos de la libertad; ávidos de encarcelar y sancionar, corruptos de una moral marcada por la miseria de sus amos votados. Cobardes, porque al final, también son populacho votante.

España y su desmesurado amor por los dictadores… Tiene necesidad de ellos; debe ser porque su población considera que es mejor un cerebro podrido que ninguno.

España no puede sacudirse de encima la espina de los caudillos, de noches muertas e hipócrita paternalismo. Porque la letra con sangre entra ¿verdad, hijoputas? A los sumisos cabestros les excita sexualmente como el “no me temblará la mano al ir contra vosotros”, que tanto gusta de perorar a los dictadores españoles.

El fetichismo de la dictadura es la peste real.

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