En muchas películas gore los cerdos son alimentados con humanos vivos o sus cadáveres. En la democracia, son cebados con los votos con los que son elegidos y por los robos, expolios y prisiones que dictan con sus tripas ya satisfechas de miserias.
Y así, en las noches de prisión que decretan los cerdos o caudillos electos, pueden rondar impunemente por las ciudades que les pertenecen con sus fieros lagartos venenosos patrullando criminalmente.
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