domingo, 8 de noviembre de 2020

De avestruces, caracoles e imbéciles


¿Es posible lo que estoy viviendo? ¿Que la imbecilidad haya llegado al límite de que gobernantes y gobernados crean que escondiéndose y dejando de vivir, la enfermedad se marchará aburrida al espacio exterior?

Que lo hagan los avestruces y caracoles es comprensible; pero ¿qué espantosa e indigna inteligencia puede tener un avestruz humano para dejar en manos de un político caracol, ladrón y analfabeto su libertad, salud y comida?

El planeta necesita una lepra fulminante, veloz como un infarto para depurar de una vez a la especie humana. Y extinguirla si no hay otra. Mientras muere la gente batiendo récords de velocidad, los crédulos podrían rezar así, con verdadero fervor y fe. Morir beato, es entrada gratuita al cielo.

Entre morir de asco o de enfermedad, me quedo con lo último, al menos con una aspirina calmas el dolor de cabeza. El asco no tiene paliativo alguno.

La imbecilidad requiere de sacrificio cruento, bien por tiro en la nuca, bien por veneno en las redes de agua potable. Algo parecido a lo que ahora se ha puesto de moda: matar visones por divertimento de coronavirus.

Siempre lo he dicho, con la fertilización artificial de hembras humanas, solo podía ir todo a peor.

El coronavirus intenta arreglarlo, pero hay tanto imbécil/avestruz/caracol, que no llega a pudrir los pulmones de los muchos y necesarios para ser una bendición.

Al final, lo que el coronavirus no mate, lo hará el hambre y la violencia.

Con lo rápido que sería una epidemia de derrames cerebrales…

Mierda, la cuestión es joder.

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