Los políticos de aquel entonces, como es eterno, eran hijos de familia bien que habían alcanzado el poder por cuestiones de sangre, nacidos en el lugar adecuado y con la adecuada endogamia con la que se protegen las clases pudientes para eternizar su genética apestosa.
Izquierda y derecha eran una panda de niños pijos haciendo discursos grandilocuentes y provincianos para demostrar quién conocía más citas literarias.
Cualquiera que haya leído un par de libros de historia de la guerra civil española y su república, sabrá que mientras aquellos subnormales hablaban su mierda en las cortes, había en Andalucía gente muriendo de hambre, de verdad. Y en Cataluña niños muriendo en la fábricas textiles y en Asturias esclavitud en las minas.
Unos sucesos elegidos al azar sin mentar como se pegaban tiros libremente y sin pudor en las calles los sindicalistas. Y mientras tanto, el puto y cochino gobierno de la segunda república, comparando citas literarias en sus cortes de mierda.
En África, Franco se coronaba como emperador de España, comprando su grado de general sin que a nadie le llamara la atención.
La izquierda no fue la responsable, fue la corresponsable.
Fue una época oscura de grandes políticos inútiles, de niños pijos jugando a lo que no sabían. Y que dejaron un legado de mierda para futuros políticos que con el cuento del coronavirus, montaron una dictadura en menos de veinticuatro horas.
La segunda república era una casa de putas sin higiene, y fue lo que propició que el mierdoso de Franco se convirtiera en rey de España.
Porque España es un nicho sucio, una letrina de dictadores.
Y a la vista de hoy día, la cosa sigue igual.
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