Una mierda de fanático religioso asesina a machetazos a una persona y hiere a otra.
Y la gran cuestión, la polémica de los políticos: ¿Es terrorista o asesino?
Hay que educar a la chusma votante en que debe dejarse dar otra bofetada, porque lo contrario es malo para el actual nazismo homosexual sanitario que se instauró hace tres años en las democracias pre-coronavirus.
Bueno, pues cuando un hijo de puta se siente tan libre y autorizado para asesinar a otro “por mandato” de su cochino dios; no hablar claro es ser un cobarde miserable.
Un asesino ha actuado y lo seguirá haciendo por su fanatismo de subnormal. Es justo lo que dice la experiencia para los que tienen un cerebro aún operativo.
Se impone lanzar al cerdo a un profundo pozo, tan profundo que deba partirse las piernas y la columna; y cubrirlo con excrementos salidos del culo de su fe enemiga.
Toda otra consideración es mariconismo cobarde de una sociedad y sus políticos electos, que merece vivir una prolongada época de penuria y violencia. Una selección genética que elimine los individuos innecesarios para el progreso de la especie humana. Que su sangre no continúe replicándose.
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