La retórica del dictador es de lo más repugnante.
Lo envenena todo cada vez que abre su fascista y trilera boca.
Si le hubieran “fallecido” a su hámster (antes de que lo envenenara él), hubiera hablado de asesinato cruel, salvaje, atroz, incalificable, y etcétera de mierda.
Y es que compartir unas rayitas de farlopa con el baranda de Marruecos crea profundos lazos sentimentales.
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