No es de extrañar que si el Papa dijo que vacunarse era un acto de bondad, el bozal debe ser un acto de penitencia beato y morirse de hambre rezando piamente por el acoso del nazismo, te convierte en mártir con probabilidades de ser canonizado.
Así que los que llevan bozal, por lógica y dogma no tienen ya más remedio que pegarse estampitas en la frente y colgarse medallitas que besar cada vez que bajan a la calle a enfrentarse al coronavirus “volaor”.
Aquí pasa como con los cristianos devorados por los leones en el circo romano: aplausos.
Me pregunto qué cojones cantarán este año en las saetas de las procesiones de semana santa.
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