Y porque les ha gustado pintar sus avisperos con rotuladores de fosforito que se han encontrado por ahí tirados.
Y tal vez, los biólogos tampoco deberían esnifar cosas tan raras y que dejen de jugar con los filtros y retoques de los programas de edición fotográfica.
Resulta que ahora las avispas son también auténticas Van Gogh.
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