domingo, 7 de noviembre de 2021

La feria urbana del ganado manso

 


Es un sábado soleado y la chusma camina en tropel con su bozal calzado firmemente en el hocico, con sus perfiles de perros sin boca y los ojillos fijos en quien no calza el bozal. Si la envidia fuera un rayo láser, unos pocos acabaríamos ardiendo.

Mamá cabestra, papá cabestro, hijito cabestro, hijita cabestra, abuelito cabestro, abuelita cabestra e incluso tías y tíos cabestros caminan con su bozal con la naturalidad de haber nacido con eso en la cara.

La ciudad es una gran feria de ganado donde las reses lucen sus crías y sus prendas de ropa; haciendo gala de su mezquino miedo y una obediencia descerebrada. Los pastores policías con sus armas colgadas del cinto controlan con rigor que ninguna res se junte con otra más de lo decretado por sus amos penitenciario-fascistas del coronavirus.

Yo digo que debería acelerarse el cambio climático a nivel de catástrofe. La práctica totalidad de la humanidad no merece un presente ni un futuro mejores. Que se caliente el planeta hasta que toda esta cobardía y mezquindad (el gesto ajeno de taparse la boca apresuradamente me causa náuseas) sea incinerada de una vez por todas hasta la extinción.

La especie humana es una plaga. Una plaga enferma que podría contagiar con sus miserias al resto de especies.

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