martes, 22 de diciembre de 2015

Sin sorpresas


Nadie vulgar y mediocre te va a dar una sorpresa. La peña, es absolutamente previsible; solo molestan, agotan recursos del planeta e irritan hasta que los eliminas o te los quitas de encima.
Es tan adocenada la multitud...
Si se tiene la suerte de encontrar un humano con inquietudes y cierta charla amena, serás sorprendido; pero es una lotería entre tanto descerebrado. Las estadísticas no tienen piedad con nosotros, los superiores.
Pero los hay, conozco tan pocos, que es desesperante hacer una estadística.
No hay que perder la esperanza, aunque la paciencia hace eones que viaja por el espacio profundo lejos de mí. Aún queda vida para que pueda encontrar otro ser a quien escuchar sin mirar al cielo acopiando paciencia.
Porque tontos, borrachos y lerdos de sexo de motel y urinarios de bares y antros, son previsibles como el camino que hace el tren todos los días. El censo es prácticamente infinito. Son monolitos, mojones de la sórdida e inconsolable vulgaridad. Aburridos hasta el vómito.
Quisiera estar a salvo de ellos en lo que me resta de vida.
Yo soy absolutamente obsceno y depravado, pero no me meto en según qué sitios ni en según qué coños. Solo escucho, sonrío y pienso pornográficamente  que no sé que hubiera querido ser; pero doy un soplido aliviado de no ser "eso".
Que nadie sepa que mi cerebro tiene la carencia de la empatía.
Porque pienso con cierta malicia, que estupidez con muerte se paga. O debería.
Creo en el elitismo, la clase y la elegancia.
Un snob sin dinero. Odio cuando las cosas no son perfectas.
Puta madre...
No sé de qué me sorprendo.
Lo normal es que los mediocres sean mediocremente pobres porque la economía se sitúa a sus niveles de intelecto; pero no es así, hay idiotas nadando en la abundancia.
¿Dónde están los retos intelectuales, las sorpresas?
Es desesperante.
¡Mamá...!

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