¿A que estoy gracioso con esas gafas?
Parezco realmente tonto con los dedos en la sien, jamás podrán disparar.
Soy tan cómico denigrándome yo mismo, destruyendo cualquier asomo de dignidad.
Nadie se podrá quejar cuando me ría de otros, de todos.
De todo .
Un día tendré los dedos cargados con gruesas balas, gitaré: ¡Bang! Y se destruirá este cráneo y las gafas de idiota que sostienen. Y se os congelará la risa en el rostro cuando los trozos de mi minúsculo cerebro imbécil os salpiquen.
Seré un póstumo sociópata.
Las quejas: a vuestros dioses de madera y escayola.
No es por vosotros mismos esta inquina, es por lo que representáis; ego os absolvo.
Seguramente, nacisteis buenos y la abulia os hizo malos y mediocres (es una forma de consuelo muy discutida por filósofos).
Detestar es un acto ignominioso en las redes sociales; pero es legal y necesaria en mi red sináptica cortocircuitada por tanta banalidad. Un arco voltaico que pondría de pie al jovencito Frankenstein en décimas de segundo. Sin llantos por parte de Gene Wilder "Fronkonstin".
Hay cosas por las que una vez reí...
Yo también puedo ser banal. Banal como la lágrima que dibujan en los rostros de los cristos crucificados de las iglesias.
No... No se acercarán ni remotamente a imaginar la masiva destrucción neuronal de mi tejido cerebral antes de que mis dedos dispararan.
Concluirán que era tonto. Bien, yo me lo he buscado, es maravilloso el libre albedrío de mierda.
Podría meterme un pepino culo, como hacen los suicidas depresivos de Kenzaburo Oé; pero la verdad, soy pudoroso, padre Demenciano.
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