miércoles, 9 de diciembre de 2015

A toda velocidad


Viendo algunas indicaciones que nada tienen que ver conmigo (pero que es inevitable que tengan una reacción metafísica en mi mente compleja), dan ganas de ser el Correcaminos. O en su defecto, que me aten una sarta de latas de conservas vacías en el culo, a ver si me asusto al igual que los perros víctimas de los niños de lugares rurales y deprimidos; y conseguir así una velocidad de crucero decente.
Porque ser pobre no es garantía de ser buena persona. Por ejemplo yo, que mato ratas a bocados por pasar el rato, ya que no puedo batir récords ferroviarios.

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