¿Te apetece un viaje por el infinito, lejos de aquí, de ellos?
Hay tanta interferencia en este planeta, que a veces no oigo tus latidos.
¡Por toda la mísera indecencia del mundo! Cómo me gusta apoyar mi mejilla en tu seno y escuchar tu corazón, con el pezón erecto rebelándose en mi piel curtida por los años y el hastío. Con mis dedos investigando insistentemente las ingles que enmarcan tu sagrado coño.
Eres mi isla del silencio: arrecifes de sutiles jadeos y suaves palabras susurradas en mi oído, como olas serenas lamiendo con dulzura las rocas.
(Una clara metáfora de mi lengua en tu sexo, sin dulzura, siempre con un hambre atroz.)
Vayamos al infinito, donde los cometas arden sin ruido y los planetas estallan en un mudo espectáculo de color.
¿No sería precioso escuchar tu palpitar en medio de ese monumental espectáculo de destrucción y rayos gamma?
Sé que no es posible semejante viaje, pero tú tampoco eras una posibilidad para mi mente pequeña.
Aprendí de la impredecibilidad de los posibles e imposibles a través de tu corazón.
Encontraremos la forma de viajar allá si me dices que sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario