Cómo decirlo.... Es que...
Es que ella habla y siento el vértigo de un amor, la vorágine de abrazar y besar su pensamiento todo, y con ello, su carne.
Es valiente la condenada, es más valiente que yo...
Da pánico. Tiene la desfachatez y osadía de dejarme indefenso, rompe muros de contención, de prudencia.
Y construye en el aire, como si fuera fácil, un ramo de flores y una mirada devotamente enamorada. Y un beso y un abrazo que se escapan a mi control.
Hace trizas cualquier intento de control, del mío. Porque ella no necesita controlar nada.
Es creadora.
Da miedo hablar, da miedo que hable y ejerza su sensualidad y verse pequeño ante ese despliegue de belleza y de emoción.
No es una banalidad, no son palabras bien colocadas. La literatura se esfuma, no hay ingenio entre estas palabras, no hay voluntad en medir y exponer, solo un carnívoro deseo de devorarla a besos.
Hay que amordazarla, hay que contener toda esa sensualidad que me roba los años vividos, que demuestra que hay cosas que no sé, cosas que posiblemente no sabré. Que nací tarde o fuera de lugar.
Da miedo hablar, da miedo escucharla. Porque dobla el tiempo y el espacio con una sola frase, construye uno de esos túneles del cosmos que lleva a su dimensión, a su propia y única dimensión.
A sus sueños... Me convierte en un visitante de su fantasía y yo acaricio las paredes de ese decorado arrebatador.
El precio es que se pierde un latido de mi corazón. Y se crea un expectante silencio, mientras las piedras de los muros se golpean mudas entre ellas en el espacio.
Y nadie parece darse da cuenta de la tragedia de amar, te quedas solo ante ella.
E intento ser razonable, pero no... No hay razón alguna lo suficientemente sólida ni madura para evitar caer en la belleza de un sueño.
Un sueño tan vívido que crea una dulce melancolía. Y das gracias a la soledad porque te mantiene oculto en ese momento que los ojos se humedecen.
Como húmedas están las flores sacrificadas a ella entre mis manos.
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