martes, 6 de abril de 2021

Réquiem por la dignidad perdida


El día furioso herido de muerte, observa la tierra hostilmente, con el color de la ira. Si tuviera boca, asomarían sus dientes apretados.

Nada muere en paz.

Los atardeceres rojos son la eterna y diaria ejecución de los días, de la luz. Ostentan la belleza y la majestuosidad del apocalipsis.

La destrucción augura renovación, una  tabla de salvamento en el centro del manso y desesperante océano Vulgar.

Los ocasos sangrientos auguran el resurgimiento de la animalidad perdida, de la dignidad de los cazadores que se mueven libres por el planeta.

Donde el dinero encenderá hogueras nocturnas y el oro raspará trozos de carne ensangrentada de las pieles arrancadas a presas y enemigos.

Ocasos rojos de bebés muertos que quedan atrás en las sendas de los bosques y niños que crecen follando y viviendo entre árboles, espinas, sangre y huesos. Huesos rotos que son muerte...

Una oración violenta al cielo furibundo, por la salvación de mi dignidad.

Porque estoy abandonado.

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