viernes, 1 de enero de 2021

No quiero un año 2021 feliz, quiero que sea violento


Hacía meses que no veía la televisión española, cualquiera de las cadenas que el nuevo y normal fascismo español ha comprado para instaurar su dictadura plagiada de la china.

Y sentí que se había metido mierda en mi casa al ver el spot doctrinal del coronavirus del fascismo  en la televisión. El anuncio es repugnante en cada escena. Apesta a la cobardía de una familia española al uso (o lo que debería ser según el nuevo y normal fascismo español): la madre que se pone con estúpida ilusión (talmente como si nunca hubiera follado y fuera madre por el espíritu santo del fascismo español y no por el coño) el bozal para recibir a alguien que entra en casa, los propios familiares se dan el codo en una perfecta coreografía, abren las ventanas y llaman a la puerta de los abuelos a su casa, a una muy prudente distancia, para que por la calle de por medio, se puedan ver cenando.

O sea, la mezquindad elevada al más alto grado: los viejos desconfiando de sus hijos y nietos, porque “seguro que esos cabrones de mierda están enfermos y nos quieren matar con el coronavirus”. Los menos viejos desconfiando entre ellos en una misma mesa, porque al fin y al cabo son tan hijos de puta y se conocen tan bien a sí mismos que saben que, a sabiendas de que tienen el coronavirus, sus hijos o hermanos los infectarán por pura maldad.

Y a todo esto, el criador de cerdos, el ministro de sanidad; amenazando y advirtiendo a la chusma de los controles aleatorios que ha impuesto: en su paranoia, ha decretado (lo sueña sudando todas las noches con obscenas imágenes) que la bofia asalte e irrumpa en casas elegidas al azar para comprobar que el ganado cumpla las normas dictadas por el Caudillaje español y sus caciques autonómicos. Y que nadie se salte el puto toque de queda de mierda.

No quiero ni deseo un bueno año 2021, deseo una violencia inusitada, algo que me lleve a olvidar que por un desliz, dejé que en la puta nochevieja del 2020, entrara mierda en mi casa a través de la televisión. Y eso sí que es infeccioso; no puedo conseguir, a pesar de abrir las ventanas, que se vaya de la casa el hedor a mierda del fascismo español.

La violencia no tiene por qué llevar necesariamente la desdicha, puede ser edificante, liberadora y divertida. Y sobre todo, aportará una cultura y una dignidad ya muy necesarias a través de la purificación de la muerte.


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