jueves, 9 de abril de 2015

Maldita pierna podrida



(Oda al dolor y la fealdad)

Me dueles por cada paso que doy montaña arriba, montaña abajo.
Cochina pierna, a veces deseo que te desprendas y te quedes pudriéndote en el camino. Deberías haber sido amputada.
Eres mi vergüenza y me haces tullido.
Te odio con toda mi alma, por ello te fuerzo, por ello abuso de ti metros y metros montaña arriba; hasta que el tendón del talón parece reventar con un trallazo de dolor y me pagas con una cojera más pronunciada, con un caminar más tullido aún.
Volvemos a salir, ahora. Vamos a subir y bajar las escaleras, hasta que tú te rompas o yo me colapse. O hasta que el ibuprofeno en sangre sea superior a lo que le organismo admita. Si yo muero, tú también, asquerosa.
Hace años que somos dos, hija de puta, tú y el dolor, yo y mi voluntad.
A veces ganas tú, y otras veces simplemente, pierdo menos.
Como te odio, ser repugnante pegado a mí.
Como dueles, como avergüenzas.
(Esta arenga de odio y asco, es normal debido  a una excursión de tres horas y media por la montaña, donde he visto huellas de jabalí y nada más. Mañana, más. Que no se crea nadie que la podrida y negra pierna podrá conmigo. Y no quiero hablar de la neurosis que me acompaña, como si fuera el loro en el hombro de un capitán pirata con pata de palo...).

No hay comentarios: