Ves sus manos temblorosas con una cámara fotográfica cargada con siete u ocho mil fotos, dispuesto a enseñártelas todas.
Hay que tener reflejos y hablar rápidamente:
-No sé dónde está Cincronopios, no tenía pensado ir allá y ahora que se existe, tampoco. ¿Por qué cojones tendría que ir? ¿Y tú por qué has ido? Tiene nombre de medicamento para deficientes mentales. ¿Eres peregrino de alguna religión? ¿Hay sexo gratis? ¿Es un viaje regalo de Chedraui o similar? ¿Una oferta de agencia? ¿Incluye excursiones en burro?
Y no hablemos de la odisea que te pueden contar por unos segundos de puenting o paracaidismo. Te van a mostrar sus gráficas cardíacas, de presión arterial, el nombre del instructor como si hubieran practicado sexo y unas muestras de heces y orina.
Más vale perder un amigo que soportar tres horas de malas fotos y explicaciones aburridas.
La amistad está patológicamente sobrevalorada.
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