lunes, 7 de agosto de 2023

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El concepto de “democracia” en España es el mismo que el del juego de la pelota o fútbol: el que gana hace un partidazo y el que pierde se debe a que el árbitro, al igual que un juez o un rey, es un florero barato comprado en un bazar asiático.

Sin embargo, no es tan limpia la democracia española porque ahí, en el resultado de los puntos o votos, se acaba toda similitud con el juego de la pelota. En la perversa y decadente España el arribismo es de grado delictivo. Y así es lógico que el perdedor sea el “gran triunfador”, ya que tendrá la capacidad de comprar e intercambiar poder y favores con votos de otros partidos ultranacionalistas (ultraderecha pura), o lo que es lo mismo: asociaciones de carácter extorsionador mafioso y otras, racistas o patriotas supremacistas, a las que solo unos pocos mataos han votado.

España es el paradigma de lo que jamás debería ser una democracia. Al menos para alguien con una mínima actividad intelectual.

Sí, se debe reconocer que, es un fascinante espectáculo antropológico ver en las emisiones de propaganda televisiva del régimen recaudatorio carcelario español, a los hinchas formar grandes hordas; millones de españolas, españolos y españoles acudiendo con agobio y afán religioso a los recintos electorales para votar con fe inquebrantable. Tal y como la fe que la chusma de tiempos antiguos sentía hacia las brujas, el diablo y los inquisidores asesinos.

Votan con la misma convicción y “orgullo cívico” con la que se calzaron en el hocico (y volverían a calzárselo) el bozal nazi de la humillación a cielo abierto y sin vigilancia policial (mascarilla le dicen) y se meterían de nuevo la vacuna que no vacuna y enferma.

A pesar de la humillación a la que les somete el Estado, tienen esa capacidad innata para auto humillarse ellos solitos por nada, a la mínima oportunidad. Por simple instinto o genética predispuesta a ello.

Igual que aquellas viejas muñecas que caminaban torpemente cuando les presionabas el obsceno pulsador bajo el vestido, en la plástica y deforme espalda.

Ojalá se repitan las elecciones, y así, volver a observar fascinado, por su sordidez, el proceso “electoral español”.

Igual de fascinante que ver en alta velocidad cómo se pudre una rata, se forman las larvas que devoran el cadáver y al final, la piel se derrumba encogida y marchita sobre los huesos vacíos de carne.

Precioso…

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