Que un dictador eternice su poder, no es algo por lo que sentirse feliz y mucho menos celebrar. Al fin y al cabo, eliminó derechos biológicos, acosó y segregó a la población y los amenazó con serias medidas correctoras de cárcel y ruina económica si no se vacunaban como era su designio.
Las protestas y su “decapitación”, son un síntoma de buena salud democrática, de la buena de verdad.
Menos mal… Aún quedan esperanzas (al menos en Francia) para la dignidad y la abolición de la mansedumbre vacuna.
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