Detengo los dedos en el elástico que hace frontera con la piel del deseo.
De algún modo sé que he de esperar el suspiro, la contracción de los músculos, el abdomen que se retrae en una invitación que ella no controla, los labios que se entreabren con la lengua rozando los dientes, los pechos que se ofrecen en un acto tan obvio que dan ganas de aullar.
Aún no sé cómo puedo tener inteligencia para gestionar toda esa sensualidad, no entiendo como consigo abrirme paso con precisión a través del elástico que marca el límite de la lujuria.
Es tan pequeño mi cerebro...
Solo sé que no habrá retorno cuando el elástico se encuentre encima de mis dedos y rocen la piel oculta. Cruzada la frontera del territorio de su coño, también cruzo la del atávico deseo.
Adiós a la inteligencia si una vez la tuve.
Yo solo quiero su coño y su cuerpo entre mis brazos.
Luego no sé que ocurrirá...
No tengo inteligencia para saber más allá del límite de su braguita.
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