miércoles, 25 de noviembre de 2015

Demasiada risa



Hay días que se ríe demasiado sin que importen los besos y las miradas que caen al suelo inertes, como los cadáveres de seres minúsculos y tiernos que habitan en los intersticios moleculares de la carne y el tejido cerebral.
Los seres de la imaginación masacrados por la la razón en los momentos de indefensión.
Pequeños héroes muertos que combatieron valerosamente la razón acumulada con disciplina y con ira. Durante años, durante siglos.
Vamos a llorar un poco, a purgar el alma de las cosas muertas, las que murieron apenas nacieron. Vamos llorar pensando que esos seres pequeñitos corretean por nuestros hombros para hacernos cosquillas susurrando una magia imposible.
Narrando los mundos que no fueron, ni serán.
Era necesario hacer un ejercicio de ingenuidad cuando la piel, el cerebro, los músculos y un pene enervado mantienen una cruenta batalla contra la realidad.
Porque temo un día despertar siendo un monstruo de esos que miran el mundo y no entienden que tiene mil doscientas siete dimensiones por las que huir. Y donde las cosas hablan de su dolor con íntima tristeza.
Son esos mundos los que retuercen mis entrañas y me hacen sentir que trasciendo más allá de un impuesto y de una nómina de un triste trabajo. Las que me hacen libre y excepcional.
Es un buen momento para un réquiem a las ilusiones muertas.

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