miércoles, 25 de mayo de 2022

Jade Negro: de almas y carne

 


– ¿Sabes dónde se encuentra la lonja de las almas en conserva, Jade?

Jade, con una risa, escupe el trozo de carne humana que mastica relajada con un vaso de vermut en la mano.

–Ico, no deberías esnifar cosas. A los humanos no os sienta bien. Y a ti peor.

Yo insisto.

–Debe haber algún lugar donde se almacenen selladas herméticamente, porque de lo contrario, el aire sería irrespirable, venenoso. Toda esa muerte… Conoces mejor que yo los millones de almas que deberían existir desde el momento que la humanidad empezó a morir.

–Ico… ¿Todo este rollo para decir que la humanidad apesta y es tóxica? No sé de sus almas, no me las como; pero su carne, según la pieza, puede ser exquisita.

–Me pones caliente.

–Pues mira mi coño y tócate. ¡Ahora!

– ¿Me la comerás?

–Te la exprimiré. ¿Te gustaría ver el contraste de tu semen en mi piel?

–Es imposible ser metaliterario contigo, Jade.

–Has comenzado tú con tu calentura.

–De eso me quejo, me pierdes.

–Eres un licántropo frustrado, por eso te pongo caliente.

–No es eso. Eres una anomalía en mi vida, un fascinante accidente.

–Estás triste…

–Solo un poco derrotado, Jade.

–Vente conmigo.

–Luego.

–No hay tiempo.

–Lo sabemos.

– ¿Me sellarás en una lata cuando me toque, Jade? Como una urna de cenizas en una repisa de tu morada.

–¿Te vas a tocar o no? Se me está enfriando el coño.

– ¡Puta!

– ¡Zumbao!

–Regálame un beso, muñeca.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


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