sábado, 12 de marzo de 2022

Una lluvia fina


El caballo y yo estamos serenos bajo una fina lluvia que no nos molesta.

Y en el papel se forman diminutos puntos que las agujas de agua decoran, es una pena que se borren o sequen porque queda precioso.

Bueno, no sé si es precioso, a mí me gusta, qué cojones.

Yo me diluyo de otra forma más lenta y sé que no puedo evitar ser menos cada día.

Bueno, es una bella desintegración, no me puedo quejar.

He fumado un par de cigarrillos hasta que la gorra ha empezado a gotear por la visera. Monto en la bici y le digo adiós al caballo, que me responde cabeceando de lado a lado y levantando el belfo para enseñarme los dientes en una sonrisa desconcertante, no sé si es amable o simplemente se ríe de mí. No importa, me gusta lo que sea.

Por el camino pasean dos patos anadeando perezosamente, como si ya estuvieran cansados de agua por abajo (el río) y agua por arriba (la lluvia). A punto de alcanzarlos dan un graznido malhumorado que traduzco como un saludo a mi padre y salen volando como dos caricaturas de bombas volantes.

Lo bueno de que llueve, es que hay tan pocos humanos que los animales nos relajamos y nos encontramos en todas partes.

Y mientras el agua nos diluye lentamente como una acuarela abandonada río abajo; no duele.

Que no es poco.

Una lluvia fina es el encuentro sereno de unos conocidos cansados del sol y su ruido.



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