Es increíble que hasta en la muerte de los propios hijos, la chusma pueda sacar lo más pío de sí en lugar de desear la peor muerte al asesino y cagarse en el puto dios que lo parió.
Lagrimean visiblemente y luego sueltan un evangelio, algo beato y conmovedor de mierda. Como si tuvieran la sangre blanca, como si fueran angelitos mártires amasados con cera y excrementos.
¿Qué puta utilidad tiene la muerte de los hijos?
Este tiempo es cada día más asqueroso, más repugnante.
Es necesaria una guerra mundial que mate definitivamente lo malo y lo imbécil, lo cobarde y lo mezquino. Y los que sobrevivan, pasen hambre y enfermedad y vuelvan así, por la vía del dolor, a ser humanos decentes y no la mierda que deambula cabizbaja o en rebaño ahora por las calles.
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