domingo, 12 de agosto de 2018

La feria del Mercado Medieval


Es pleno verano y como cada año: Mercado Medieval.
Los Mercados Medievales venden absolutamente lo mismo que se vende a lo largo del año en las distintas ferias, solo que se añaden un par de puestos de flechas y espadas de juguete y una decoración medieval en la que han tenido a bien, no dejar que corriera mierda y orina por las calles (eso es solo para las noches de viernes y sábado, en las zonas de bares todo el puto año).
Como soy dado a la introspección, independientemente de la cantidad de carne con la que hay que rozarse para caminar, mi cerebro poderoso no deja de procesar con absoluta obscenidad y libertad.
Y sueño que soy conde y que ellas me pertenecen, todas.
Cada día, con los dedos sucios de grasa de venado, ordeno a un par de soldados que pillen una doncella de buen ver, me la traigan al castillo y así follármela gratuitamente; y si no me lo hace bien, su padre deberá pagarme con las tres cuartas partes de la cosecha.
Ser conde y follarse toda hembra que esté casada, soltera o inconsciente.
¡Qué tiempos aquellos!
Sería el Conde Iconoclasta y el condado (Iconoclastaland) estaría lleno de pequeños iconoclastitos saltarines y maridos que me han mirado mal, cortados en piezas en los puestos de carne tapizados de moscas y orugas.
Y con una notoria erección, me enciendo el trigésimo tercer cigarrillo de la mañana y me detengo. Hay una gran muralla de gente interceptando el paso a otra muralla de gente que respira con la boca abierta y la mirada perdida.
No sé porque; pero el vulgo, chusma o vasallaje, se apiña histérico frente a las creperías. Se comen las creps como si fueran uvas durante las campanadas de año nuevo. Supongo que es más barata una tortilla grande rellena de algo que un buen corte de carne o un bocadillo de embutido. Una de las ochocientas creperías del mercado medieval, tiene trabajo para rato. Decido pasar con gran escrúpulo entre toda esa carne que espera su crep, aguantando todo lo que puedo la respiración. Tomo nota de la buenorra morena de tetas sueltas, libres y pesadas, con pantaloncito-braga que deja ver uno de los labios vaginales con gracia y sensulidad, para que mis soldados la traigan está noche a mis aposentos.
La voy a embarazar de trillizos.
Y si tiene novio, lo mandaré ir a recoger boñigas de vaca a los límites del condado, allí hay una epidemia de peste.
Para ser feliz basta con sentirse poderoso.
Bueno, ya he divagado bastante por hoy.
No vuelvo a salir a la calle hasta que hayan limpiado las calles de paja y leprosos.

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