domingo, 26 de agosto de 2018

Amar mediocremente


Se aman sin convicción, porque es mejor amar algo que nada.
Cada cual dice amar porque están sujetos a la moral, sienten vergüenza y miedo a la soledad. Lo perentorio es demostrar continuamente que amas y eres amado; que no se está solo, que morirás arropado por la familia o por tu amante; que alguien recogerá tu orina y excrementos cuando seas viejo y no sepas reconocerte en el espejo.
Y cada cual tendrá hijos iguales que ellos mismos y volverán a transmitir el mismo mensaje genético del miedo y la moral.
Echaran pétalos de rosa sobre esa mierdecilla de proyecto de amor, abortado en contrato con pocas alegrías.
Los depresivos dicen amar, estar necesitados de amor; pero solo buscan alguien que los jalee para recuperar su auto estima, generalmente herida por vanidades injustificadas que se derrumban cuando ven sinceramente su propio reflejo en la luna del aparador de una tienda banal.
El amor se ha convertido en una masturbación triste, una visita a un psicólogo feriante gratuito, un “dime que me quieres” para poder sonreír luego a mi pareja. Una erección y una humedad intensa en la oscuridad o tras una pantalla, para así follar físicamente después con quien no se quiere tras la excitante y romántica charla con quien amas.
Esto aplicado a otras cotidianidades de la vida como cultura, arte, política y trabajo, hace de la especie humana la más degradante prueba de que una especie no tiene que ser necesariamente la más fuerte e inteligente para sobrevivir en el planeta. Le basta con tener suerte.
Sinceridad es reconocer que escribo estas sordideces con la polla dura.
Cuanto peor, mejor; es la única filosofía aplicable en sociedad para dar intensidad a la existencia. Solo la violencia, el odio y la muerte son capaces de combatir la mediocridad.
El amor es lo más frágil que hay en el mundo. Y lo más fuerte, el odio.
La carne humana es la más blanda y cualquier cosa inanimada es más dura.

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