Es muy llamativo el titular.
Pareciera que el actor es todo un semental. Y asombra al lector e incluso al que copia y pega el titular, haciéndoles pensar en las aparatosas medidas de su pene. O su potencia a pesar de su ancianidad.
Cualquiera versado mínimamente en la biología humana, sabrá que el macho dispone toda su vida de semen hasta morir. Otra cosa es que sea fértil o no.
Quiero decir que aquí el mérito lo tiene la denodada hembra que tuvo la habilidad, paciencia y resistencia para ordeñarlo.
Hay que hacerlo notar porque el titular es sumamente superfluo y pueril, como de cuento para la infancia de dos a cuatro años.
Y hace del anciano paradigma aún vivo de ciudadano de pro y buen reproductor en general.
Ya me gustaría ver la jaca que lo montó y cuanto tuvo que pagar Robert por el trabajo.
Me place ser rústico como recurso literario cuando el tema es propicio para ello. Y así consigo alejarme del cabestro tipo: “casa, resistiré, aplauso, bozal, jaco”, sin prejuicio alguno en mi vocabulario para comunicar lo que me sale de la polla por muy incorrecto que a nadie le pueda parecer. Por muy globalizada que esté la chusma, no me parezco una mierda a toda esa caterva.
Si el bebé es de compra me la suda, me lo he pasado un rato bien.
¿Chochea o qué? ¿Para qué cojones quiere otro más?
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