martes, 8 de septiembre de 2020

Una lluvia sin justicia


Va a llover y es bueno. Aunque no sea un buen detergente, la lluvia consigue arrastrar con cierto alivio la horrible pátina de cobardía y mezquindad que me salpica desde los otros, los ajenos. Los que no quiero, los que desprecio, los que odio.
Que mal cáncer los mate, ese que una mascarilla no puede evitar.
Va a llover y no será lluvia radiactiva, ni tan siquiera ácida.
La humanidad tiene una suerte que no se merece, como la de los idiotas.
Lloverá pronto porque los colores del planeta son mates y saturados.
El verano está muriendo, todo concuerda.
Es perfecto, aunque no del todo satisfactorio.
Imagino millones de humanos mirando al cielo con el cuello y la boca abierta, inmovilizada por una enfermedad neurológica, por envenenamiento o por clavos en la quijada.
E imagino la lluvia ahogándolos, lenta y temible.
Ellos lloran sin posibilidad de salvación y a medida que sus pulmones se anegan escupen el agua que les vuelve a entrar, y así hasta morir.
A medida que se aproximan las pesadas nubes, mi humor mejora.
Debería haber un día mundial de la lluvia justiciera y reparadora.
Y que a los muertos no se les ponga nombre.
Lo que nace anodino, anodino es su cadáver.

No hay comentarios: