Es una dura
abstracción integrar las perfectas y artificiales líneas que trazan los
humanos, con la irregularidad caótica de la naturaleza.
Lo extraño es no
sentir ya la inquietud que provocan los muros que nos apartan de lo que una vez
fuimos.
Están absolutamente
condicionados a no ser libres. Sin muros hay miedo.
Es terrorífico darse
cuenta de que las líneas de un muro son la parodia de la libertad y no vomitar
por ello.
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