Los viejos hablan tomando sus bebidas en la mesa de la terraza del bar de la plaza grande.
"Con este calor no salimos hasta las siete de la tarde, bajamos las persianas y cerramos las ventanas para que no entre el calor. El hombre del tiempo ha avisado del peligro de los golpes de calor".
Todos esos apestosos, los siete u ocho, dicen lo mismo, lo repiten de distintas formas, y así durante minutos y minutos... Soportando esa mediocridad enfermiza y deprimente con mi piel casi quemada por el sol, por mis largas caminatas.
Ojalá me pegaran un tiro si un día llegara a esconderme en la casa por miedo al calor.
Lo irritante, lo verdaderamente repugnante, es que piensan que su cobardía y pusilanimidad son dignas de admirar.
Una pistola en una sien pálida y plateada por las canas, cerca de una boca temblona, detona formando una breve nube roja. Desaparece la tapa de los sesos y los sesos, ha desaparecido la sien y el cañón tiene restos de carne y piel, los ojos también han desaparecido y parte de la nariz.
Disfruto de mi idea, de esa ilusión. Pensar esas cosas, me distrae de tener que oír tanta conversación mierdosa. Le doy una profunda calada al cigarro y todo está mejor.
Lo malo no es que vivan un exceso de tiempo los mediocres.
Lo malo es que todos tienen uniformado su cerebro, o lo que sea con lo que piensan, todos tienen las mismas cobardías, los mismos miedos babeando de sus bocas temblonas e inmerecidamente viejas.
Debería haber un horario para matar, cuando no haga tanto calor.
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