lunes, 13 de julio de 2015

Artistas y amor


Hacen del amor un ejercicio de vanidades que exponen como diamantes en aparadores de oropel. Baldas que no soportan el peso egocéntrico de la vanidad y se rompen diamantes huecos y huecos amores de Fridas y Riveras, de Shelleys y Byrons, de Galas y Dalís.
Y dicen sufrir y dicen estar solos entre nuevos amantes y amigos.
Y vuelven a modelar los diamantes fofos y los amores fatuos remendando lo viejo y lo nuevo.
Y yo en el otro lado, en la silenciosa ignominia, creando mísera intrascendencia entre árboles y un sol abrasador. Sintiendo una indecible, una cancerígena pena por el polluelo aún sin plumas, que yace muerto entre la hierba con el pico abierto, llamando ahora silenciosa e inútilmente a sus padres: "llevadme al nido el viento me ha tirado". Y anoto la tristeza en una pequeña libreta para mini muertes.
Y me muerdo los dedos porque no entiendo estas ganas de llorar.
No sé... Quisiera se artista y sufrir amores y trascendencias que se rompen aparatosamente con grandes consuelos de compañeros y brindis sobre brindis.
Pero caminas bajo el sol pensando que un día se dormirán los dedos de los pies como se durmió el polluelo llamandó a papá y a mamá.
Se amputan cosas en un silencio etéreo y blanco. Y caen al suelo sin hacer ruido.
No soy artista, solo soy libre y oculto, sin miedos, como si no fuera humano; pero ser valiente no inmuniza contra la pena.
Así que quisiera tener arte y habilidad para hacer oropel de los seres que morimos solos, como los ostentosos amores de los artistas y genios.
Cubrir con dorados la vergüenza de nuestra insignificancia.
Ser artistas, aunque sea de la muerte de polluelos y dedos, algo de banalidad, no tan íntima y solitariamente triste; porque de vanidad... La vanidad se ha evaporado con este sol inmisericorde.

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