Toda dictadura (como la española de entre las falsas democracias europeas y occidentales en general), hace de cualquier resfriado una plaga bíblica. Es la forma de mantener su acoso y represión contra la ciudadanía y cometer actos de terrorismo de estado como el encarcelamiento masivo de la población y la respiración insana y tóxica a través de bozal (vulgarmente conocido como mascarilla). Cuanto más mine el neonazismo la salud de la ciudadanía, mayor será su control ideológico, convirtiendo en liturgia la obediencia y la iteración de dogmas televisados y difundidos en redes sociales, en boca de un pueblo acobardado y decadente.
Cuando millones de catalanes hayan pasado muchas semanas de noches de prisión, los contagios bajarán y dirán los jerarcas y burócratas dictadores que ha sido gracias al nazismo perturbador de una taifa (la catalana en este caso) que ha salvado la vida de millones de catalanes de una muerte segura.
Y así es como el nazismo, fascismo o comunismo (es todo lo mismo, solo cambia la retórica de los políticos “electos”) se alimenta y engorda gracias al miedo, la ignorancia y la mansedumbre de una población genéticamente predispuesta a la dominación fascista.