Comprar un vestido de princesa de cuento de
hadas, zapatos de tacón muy altos para alzar el culo, peinado estilo María
Antonieta, un local con dos sarasas vestidos de época para dar más boato al
evento (les llaman chambelanes o algo así). Llegada al local con limusina tan
larga y blanca como vulgar, bebida y comida para cien o más amigos/as que irán
vestidos con frac azul cielo de alquiler y las nenas con vestidos largos rosas,
dorados, amarillos y violetas (nunca negros porque son de puta y demasiado
elegantes y caros).
Un book de fotos que a más retocadas y recargadas con cascadas en el bosque, cisnes
y patos, mejor. Sobre todo con medio muslo al aire para dar más erotismo a la
hija.
Todo esto es lo que se requiere para celebrar
que tu hija ha cumplido los 15 tacos y ya tienes prisa por sacártela de encima.
Y una mierda.
Yo me he ahorrado una pasta y con
ese dinero le he comprado un ordenador portátil tamaño mierda microscópica, que
para Messenger, Twitter y Face, va más que sobrado (tendrá mucho cuerpo; pero de
cerebro tiene bastante menos en proporción, como su madre).
Y para que su edad no pase desapercibida, he
puesto un anuncio en la sección de contactos del periódico regional (mucho más
barato):
“Mi hija ha cumplido los 15. Sus tetas están
bien desarrolladas y turgentes, los pezones aún están horizontales en relación
al piso. Tiene un poblado monte de Venus que opcionalmente se puede depilar y
unas anchas caderas de hembra paridera.
Se garantiza su fecundidad y con una buena
paliza de vez en cuando, se hará mujer decente. Y no es porque sea mi hija;
pero está buenísima”.
Si es que con eso de los 15, es mejor que
hagan un catálogo por distritos y así todos podemos comprar una quinceañera, o
al menos darles un buen repaso cómodamente sentados en el sillón cuando no hay
partido de fútbol en la calle.
Son tan sexuales y tan desarrolladas las
quinceañeras...
Y los papás somos tan comprensivos con ellas. Además, cuanto
antes salgan de casa y creen su familia, mejor para nuestra economía.
Preciosas princesitas… Ñam, ñam…
Buen sexo.
Iconoclasta