viernes, 10 de julio de 2020

Los hijo putas coronavirianos


El hijo puta que tiene un gran espacio, una gran casa y un gran terreno, no tiene problema alguno con el asunto de la mascarilla.
El hijo puta funcionario carcelero y policía, tampoco; la dictadura que protegen con ferocidad los encubre.
El hijo puta que está en el poder, tampoco, porque no va a ser multado.
El hijo puta que dicta decretos, es feliz y está a salvo de su enfermizo fascismo. Sus votantes lerdos dicen amén y usan el bozal como un nuevo artículo de moda; se dan bofetadas por lucir el bozal más molón y original de mierda.
El coronavirus no es lo malo, lo malo es el olor a podrido de la cobardía y la corrupción que ha llegado al punto más alto. Como si el estalinismo fuera esa repugnante nueva normalidad.
Los hijo putas son una secta de tarados mentales, hijos de la endogamia; donde el absurdo de la cobardía, el infantilismo y una ponzoñosa hipocresía degrada todo tipo de dignidades.
¿Qué será lo siguiente? ¿Enseñar a los niños a rezar el “mascarilla nuestro” y recolectar para siempre mierda en bolsas en los campamentos de verano, como muestra la televisión del nuevo fascismo? ¿Nuevas generaciones de hijos de puta basureros, con mascarillas de tiernos motivos estampados serán los nuevos productores de los regímenes del coronavirus?

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