Tengo suerte en algunos momentos.
No está mal para variar.
Es un caballo veloz, un auténtico Ferrari, de verdad, el rojo lo lleva por dentro.
No es mi amigo, comía su forraje y cuando ha visto la cámara, se ha acercado hasta mí para intercambiar unas miradas y dejarse hacer algunas fotos.
Lo habrán fotografiado miles de veces, porque lo hace bien, posar.
Seguro que es mejor persona que yo, son cosas que noto.
Es un bello animal, él lo sabe porque observa con curiosidad mi mediocridad sin ofenderme.
Debe tener una vanidad innata, no como algunos humanos que la tienen ponzoñosa y los hace feos hasta el vómito.
Le debería haber dicho que es una magnífica criatura y agradecer su compañía. Y que repentinamente le he tomado aprecio.
Pero soy más tímido que él.
Si se diera el caso, jamás me subiría encima de él, me limitaría a caminar un rato a su lado, como una bestia más.
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