No hay prisiones en la luna.
La luna es la que, a través de las ciudades y sus rejas, nos convierte en ávidos y tristes prisioneros contemplativos.
Baña de luz blanca y resalta lo que hace miles de años perdió la mezquina humanidad por firmar un repugnante contrato social de obediencia y esclavitud.
Inocentes condenados injustamente a ver el universo por encima de las rejas de una prisión.
Y así hasta morir sin ningún tipo de alegría.
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