El río es como su coño. Sus orillas sus muslos. Profundos ambos en la espesura, en la frondosidad.
Has de observarlos con cuidado, oculto y hambriento.
Y es entonces cuando te haces tronco. Inevitablemente.
Carne y corteza, coño y río.
Invisible y palpitante río, acechado por el pornógrafo tronco.
Somos secretos y espías.
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