Tras una velada nocturna acompañado por mis amigos, mi santa e Iconoclastito, mi hijo que ya tiene trece años. Hemos charlado animadamente sobre las putas, las mujeres de útero alegre y las que gozan de una galopante libertad sexual.
Y es gozoso que existan estas mujeres, porque tienes sexo fácil y cómodo todos los días con la más ligera insinuación.
Pero durante el debate ha salido a discusión la higiene. Cosa que algunas llevan más o menos mal y otras peor.
No es cuestión de mala fe, pero si sois mujeres de útero risueño con frondosa melena larga o tupida, erótica, sensual y llamativa; sea lacia o rizada, tendréis que entender que cuando os laváis esa preciosa cabellera, el jabón se queda en la cabeza y no llega al coño, creándose así un caldo de cultivo coñoniano donde se desarrollan hasta cangrejos carnívoros.
Un consolador envuelto con un buen estropajo, sería una baqueta eficaz para limpiar vuestro útero feliz (como las cajitas del macdonals). Con ello mantendréis una economía más sana en el hogar al evitar gastar en antibióticos cada dos meses con vuestro marido que tiene que tragarse las infecciones de otros y las vuestras.
Y también la industria de los condones saldrá beneficiada, ya que no será necesario fabricar condones del grosor del neumático de un Ferrari Testarrosa.
Así que tercera llamada: más jabón al coño que al cabello. Que últimamente los condones que pruebo salen con pellizcos y siento cosas duras ahí dentro.
Feliz sexo, mis úteros felices.