domingo, 13 de marzo de 2016

Morir en soledad


No entiendo el miedo que sienten los que están a punto de morir.
Cuando agonizas, cuando sabes que mueres, hay una liberación total. Una satisfacción de que quedarán cosas por hacer y ya nadie podrá molestarte con ello.
Es absoluta libertad.
Cualquier proyecto, cualquier cosa por acabar y en definitiva el futuro, dejan de importar.
Así lo sentí. No necesitaba valiums o diazepanes para la ansiedad. No recuerdo haber dormido tan en paz como cuando la muerte estaba tan cerca que la escuchaba arañar mis pulmones.
Incluso deseas que encuentren en el teléfono las fotos obscenas de mi rabo erecto y eyaculando. Dan ganas de reír... Es como largarse de un sitio con una carcajada. "Ahí os quedáis, hijos de puta".
Para ello hay que morir solo, lejos del miedo y la tristeza de los demás. Porque la agonía del moribundo no da miedo por su desaparición. Es que los que agonizamos somos el reflejo de lo que a los otros les puede ocurrir. Ellos temen el momento de agonizar como tú agonizas ahora.
Te conviertes en una imagen de pesadilla para ellos.
Porque al igual que estar enfermo, los que te acompañan claman mil veces, que los que de verdad padecen son ellos: "al fin y al cabo, el enfermo está cuidado". Pobres mártires, se merecen  el nobel al denuedo. Sus cabezas lucen halos dorados de santidad.
No... Al morir quiero estar lejos de cualquier compañía, de cualquiera que no sea personal sanitario y cobre dinero, porque nada tienen que llorar, es su trabajo como el mío morir. Somos consecuentes.
Quiero morir solo y reír. Liberarme.
Sin el llanto de nadie cerca. Porque no lloran de pena, lloran de miedo por ellos. Y ese miedo ajeno me lo paso por el forro  de los huevos, morir es mi gran momento: que los mezquinos se metan en el culo su dolor, miedo y lo que quede por hacer.
A cambio, pueden decir que soy un hijo puta.
Me la pela.
Morir no es malo, lo malo de morir es cuando estás en mala compañía.

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