jueves, 5 de marzo de 2015

Soy un mierda

Es un misterio, no sé como se me puede querer. Tantas veces que me lo he preguntado desde aquella vez que escribí llorando por dentro: "Soy un mierda". Cuando a los doce años sentí la necesidad de despreciar al ser humano, gracias al escarabajo-hombre de Kafka. Gregorio Samsa era la representación más deprimente y funesta de la mediocridad, a partir de su metamorfosis, sentí asco. No hubo pena ni conmiseración, lo hubiera aplastado con repugnancia si hubiera sido mi padre.
"Soy un mierda" escribí en un papel, en la escuela durante una aburrida clase de historia; para ser consecuente con mi desprecio y no un miserable mediocre cuyo fin pudiera ser mantener una manzana podrida clavada en su cabeza hasta la muerte.
"No será fácil que me quieran", pensé sin atreverme a escribirlo.

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