jueves, 26 de marzo de 2015

Consejo para suicidas


(del libro, Historia del mundo sin los trozos aburridos, pág.: 360)


Kostas Karyotakis (1896-1928) fue un modesto funcionario en la Grecia desgarrada por las guerras de principios del siglo XX. Su olvidada vida interior se intuye en el título de sus dos principales libros de poesía: El dolor del hombre y Remedios de los males. Las últimas horas de la vida de Kayotsakis son un poema en sí mismo, un poema moderno...
Tarde del 20 de Julio de 1928. Un hombre de treinta y dos años se arroja a las mismas aguas que surcaron Ulises y Agamenón. Al cabo de varias horas, la corriente devuelve su cuerpo a la orilla. Se levanta y regresa a su casa.
Duerme, desayuna, se viste con su mejor traje, compra una pistola, se sienta en la terraza de un bar llamado El Jardín Celestial, pide un café, fuma un cigarrillo tras otro, escribe una nota, la guarda en sus bolsillos, paga la consumición, da un paseo por la playa, se tiende al pie de un eucalipto... Encuentran su cuerpo con una bala en el corazón. La nota decía:
"Aconsejo a cuantos sepan nadar que no intenten jamás suicidarse tirándose al mar. Durante diez horas me estuve peleando con las olas. Tragué una enorme cantidad de agua y, sin saber como, de vez en cuando subía a la superficie. Seguramente alguna vez, cuando tenga oportunidad, escribiré las impresiones de un ahogado."


Ojalá lo hubiera conocido, le hubiera dicho que valía la pena suicidarse; pero antes tenías que escribir tus impresiones de ahogado y hacerme reír, mi querido y admirado poeta muerto.

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