viernes, 28 de junio de 2019

Cumple años Kellie Pickler


Cantante estadounidense y compositora de música country bastante mediocre. Y una famosa de la telebasura al estilo American Idol. Sin embargo, está más buena que el pan y sus dos poderosas tetas, le dan la importancia justa para adornar este artículo.

Cumple años Kathy Bates, actriz estadounidense de cine, televisión y teatro, ganadora de los premios Óscar, Globo de Oro, Emmy y SAG. Su actuación en Misery es reconocida como una de las mejores actuaciones femeninas de la historia del cine y del mismo modo pasó a la historia como una de las villanas más famosas de la historia del celuloide. Esta desmesurada artista confirma que las tetas no son totalmente imprescindibles para erigirse en una diosa del arte. Kathy ha participado en más de setenta películas, con maestría indiscutible.

Cumpliría años Peter Paul Rubens, pintor alemán barroco de la escuela flamenca. Uno de los grandes genios de la pintura por su estilo exuberante que resalta el color y la sensualidad cuando así lo pretende. Sus principales influencias procedieron del arte de la Antigua Grecia, de la Antigua Roma y de la pintura renacentista, en especial de Leonardo da Vinci, de Miguel Ángel, del que admiraba su representación de la anatomía y sobre todo de Tiziano, al que siempre consideró su maestro y del que afirmó «con él, la pintura ha encontrado su esencia»
Trató una amplia variedad de temas pictóricos: religiosos, históricos, de mitología clásica, escenas de caza, paisajes, retratos; así como dibujos, ilustraciones para libros y diseños para tapices.​ Se conservan aproximadamente mil quinientos cuadros suyos.

"Yahya Jammeh, el curandero cruel.
El que fuera dictador de Gambia cree estar dotado de poderes sobrenaturales para sanar el VIH y la homosexualidad.
Su largo mandato estuvo salpicado de violaciones, desapariciones forzosas, arrestos arbitrarios, torturas y ejecuciones.
El Periódico, 26/06/2019.
De una mano, una fiambrera con un mejunje herbal cuya fórmula rivalizaría en confidencialidad con la de la Coca Cola. De la otra, un guante para untar el potingue sobre el cuerpo del paciente con una suerte de imposición de manos. Nada más decía necesitar para acabar con el demonio del VIH.
Yahya Jammeh (Kanilai, Gambia, 25 de mayo de 1965), el dictador que sumió a Gambia en el terror y la desesperanza durante dos décadas. Una alquimia incompatible con los antirretrovirales, según sostenía el mandatario, que obligó a casi 10.000 personas afectadas por el virus a abandonar sus tratamientos para someterse a ese ritual esperpéntico. Se desconoce el número de fallecidos a causa de la ensoñación del temerario curandero, pero Lamin Ceesay, uno de sus pacientes, sostiene que la mayoría de sus compañeros murieron. En el repertorio de remedios del mandatario se incluían liturgias para reparar la infertilidad, el cáncer y, sí, también la homosexualidad.
El convencimiento de que, de entre todos los mortales, había sido el elegido sobre el que Alá depositó su gracia divina le sobrevino mucho antes de poner a prueba sus ínfulas sanatorias y ya inspiró su determinación para encabezar un golpe de Estado en 1994 en el que derrocó a Dawda Kairaba Jawara, presidente desde la conversión del país en república tras la independencia del Reino Unido, en 1965. El sátrapa se sirvió del fundamentalismo islámico como herramienta de Estado, apoyándose en la fe de los fieles gambianos que simpatizaban con el wahabismo radical, la corriente político-religiosa de origen suní señalada por inspirar y financiar al Estado Islámico (EI). El sostén financiero venía de Qatar y Kuwait, vivamente interesados en la expansión de esta corriente religiosa.
Sobre ese pilar de fervor religioso cimentó Jammeh su régimen autocrático, compendio de innumerables vulneraciones de derechos humanos y azote de opositores políticos, periodistas críticos y líderes religiosos que no comulgaban con su concepción del islam. La cotidianeidad del país estaba salpicada de violaciones, arrestos arbitrarios, torturas y ejecuciones perpetradas por los Jungulers, su escuadrón del terror.
Desgaste.
La comunidad internacional confirmó sus incipientes sospechas en una Asamblea General de la ONU, en el 2013, cuando el tirano aleccionó a los países occidentales por conspirar para la normalización de la "malvada" homosexualidad. Incluso justificó actuar contra esos "bichos" con la misma contundencia con la que se acababa "con los mosquitos que causan la malaria". Ya ni vacilaba al criticar la inclusión del EI en la lista de organizaciones terroristas.
El desgaste de su figura trascendía las fronteras y llevaba a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) a no reconocer su cuarta victoria en las urnas, en el 2011, alegando que se sustentó en "la intimidación y la represión". Se acercaba el principio del fin para el tirano, que, sin embargo, no temía acabar como Muammar el Gaddafi en Libia o el egipcio Hosni Mubarak: "Mi destino está en manos del todopoderoso Alá. Si he de gobernar este país por mil millones de años, así será, si es lo que Él desea", dijo en una entrevista con la BBC.
Alivio y desazón.
En diciembre del 2016 perdió las elecciones ante Adama Barrow, líder de la oposición, y pese a que inicialmente aceptó la derrota, tardó poco en amenazar con impugnar el resultado y convocar nuevos comicios, alegando fraude electoral y obviando los infructuosos intentos de disuadirle de líderes africanos y estamentos internacionales. El mes siguiente, la ONU aprobó una resolución que amparaba la legitimidad de Barrow y apoyaba una intervención militar de tropas bajo mando de la CEDEAO, que llegaron a traspasar la frontera del país. En 24 horas, Yammeh se subía a un avión con nocturnidad, con su inseparable Corán y blandiendo su robusto bastón de mando, en un certero símil de su mandato, antes de aterrizar en Guinea Ecuatorial, donde aún hoy Teodoro Obiang le cobija. 
El país encajó la partida entre el alivio de miles de gambianos y la desazón de acérrimos entusiastas y de un Ejército en el que la posterior sustitución de un puñado de altos mandos no oculta la ausencia de una auténtica depuración. El año pasado, la inteligencia gambiana publicó una relación de los criminales más buscados. En esa lista no había ni rastro de Jammeh."

África nunca ha necesitado de los ingleses, belgas y franceses para mutilarse, es fértil en parir todo tipo de psicópatas iluminados. Pareciera que el continente es demasiado viejo, tan estropeado y corrupto que lo mejor sería reconstruirlo (lo que requiere primero una demolición) y repoblarlo de nuevo con sangre nueva y no tan podrida.
Bueno, al menos la noticia se lee así de bien, como una novela de suspense.
Nada nuevo bajo el sol de África.

Que el fin de semana os sea de lo más lisérgico, psicodélico, mariguano, ebrio y sexual. Tanto como os lo permita el dinero, la familia o la edad.

Buen sexo.
Iconoclasta

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