martes, 24 de marzo de 2015

Una cruz en la cabeza


Hay una cruz clavada en mi cerebro, y la sangre escurre sobre las cejas creando una roja cortina en mis párpados. La cruz es solo una aleatoriedad, una rama de árbol con esa caprichosa forma, pero se le puede dar el simbolismo que a cada cual le salga de sus genitales.
Es un forma de morir como otra cualquiera. Yo me quedo con la más correcta: sin quejarse, sin perder demasiado tiempo.
Sin embargo, insultar está bien. Porque de lo contrario se corre el riesgo de morir y ser beatificado. Y sinceramente (nunca soy sincero, solo hijoputa), que te crean bueno y santo es humillante. Por eso la cruz que sangra en mi cráneo, la cruz es muerte y escarnio.
Y alardear de muerte es una forma de valentía como otra cualquiera.
Es una paranoia como el respeto a los demás. Nadie respeta a nadie, solo se soportan en el mejor de los casos, luego viene el desprecio, el hartazgo, el insulto y por fin una guerra.
Si nos soportan no nos respetan, solo son amables. Yo también se hacer eso, que nadie se crea demasiado sagaz y hábil. Los seres más básicos dominamos ciertas artes, es algo que va con la vida, con la supervivencia del día día.
Mejor dejaré el respeto solo para unos pocos. Muy pocos. Para alguno.
Necesaria y liberadora es la guerra, que en un planeta de moral hipócrita, es la única forma de matar sin ser juzgado, sin que se considere delito.
¿Alguien quería simbolismo? Tengo más, tengo la picha dura; podría concluirse que es un rigor mortis erectus, una forma de penetrar en la tierra como en vida hice en los coños. Hay partes del cuerpo más susceptibles con esto de la muerte.
Y con más ansia de protagonismo.
Pudiera ser que la cruz fuera un fetiche, una indecencia revestida de fútiles bondades.
De hecho, la cruz es la tolerancia al abuso y el amén a la mierda que come la peña.
He soñado  que habían ratas bajo mi cama y cuando les arrancaba la cabeza, eran personas. La cortina de sangre en mis ojos hacía interferencias de televisión y sus manitas en miniatura pedían piedad ya sin cabeza. Aún así, no sentía tristeza, solo una insoportable repulsión.
Y un Cristo ríe crucificado allá arriba, por encima de mis cejas, lo noto porque sus risas mueven la cruz y me mortifica.
Yo también me río, me parto. Esto es divertido de cojones.
Hay cosas que no deberían ser escritas... Y una mierda.
Todo se escribe si te conoces y te desprecias más profundamente de lo que cualquiera soñara poder hacer.
Esa mierda de cruz me irrita allá arriba, me la voy a fumar.
Clic... ¿Alguien me copia?
Corto y cierro.

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