Con absoluta dignidad y una connatural soberbia gatuna, Murf observa la televisión casi con desdén.
A mi me dice de vez en cuando que no me crea más que él.
Nunca lo he hecho; pero a veces se juega peligrosamente su ración de mousse de salmón diaria.
Es un supremacista irritante; pero mucho más simpático que los cerdos de dos patas.
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