miércoles, 26 de julio de 2017

Democracias



¿De verdad puede creer alguien con un mínimo de criterio y amor propio que la democracia es la más justa y libre forma de gobierno?
Porque no hay ningún tipo de libertad y garantía de bienestar cuando vale lo mismo el voto de un cabrón que el de una buena persona (de las pocas que hay). No vale lo mismo el voto de un analfabeto integrado en la pequeña celda que le han proporcionado que el de alguien con criterio y una mente sin condicionar.
No vale lo mismo el voto de un moralista de mierda, que el de alguien libre y sin prejuicios.
Valen más los votos del analfabetismo, la estulticia y la envidia que los votos de la justicia y la libertad.
Ahí está el gran acierto de políticos y empresarios que gobiernan el mundo: la estupidez del pueblo les asegura su permanencia en el poder.
En las democracias no hay represiones tan cruentas como en las dictaduras, usan armas mucho más sutiles como la crisis y la alarma social (epidemia de asesinatos y robos, niños maltratados por otros, asesinos de juegos de rol, famosos con cáncer).
Si el político grita que viene el lobo, todas las reses querrán resguardarse bajo sus faldas.
Y la crisis es el arma más mortífera para la libertad. Periódicamente los gobiernos inventan una crisis para acaparar más impuestos, anular libertades y derechos de bienestar que gozaba el pueblo.
Y por supuesto, promulgar leyes más austeras para los pobres.
Así que al ciudadano medio se le infunde pavor a la crisis, y con ello la probabilidad de no poder pagar sus vacaciones de diez días a otro continente. Y tolera todo abuso, mientras se unta vaselina en el ano todas las noches.
Luego, en reuniones familiares hablan de que los hay peores, que aún tienen suerte.
Cuando un gobierno se inventa una crisis, acobarda al pueblo y lo somete sin policías ni grandes gastos militares.
Así que la democracia es el poder de los políticos y millonarios elegidos con total confianza y seguridad con votos de incultura, cerrazón y estupidez.
Todo perfectamente calculado.

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